Entre todo el simbolismo que veremos este fin de semana, cuando se celebre el Jubileo de Platino de la reina Isabel, habrá una pieza que destacará entre todas las demás: el carruaje de oro de la monarca.
El vehículo será la pieza central del desfile que recorrerá la misma ruta que tomó cuando fue coronada, desde la Abadía de Westminster hasta el Palacio de Buckingham.
Con un peso de cuatro toneladas, el carruaje de 250 años de antigüedad es un recordatorio de la riqueza y la gloria pasadas del antiguo dominio británico en los océanos y otros continentes.
La reina viajó en él a su coronación y en sus procesiones del Jubileo de Plata y Oro.
Este año, sin embargo, estará vacío. Isabel, de 96 años, se ausentará este viernes del recorrido. La Casa Real informó que experimenta incomodidad luego de este jueves observar desde el palacio de Buckingham un desfile en su honor.
Ante esto, la única razón para admirar el carruaje, que se mueve tirado por ocho caballos Windsor Grey, es su magnífico tallado y las imágenes de su coronación que se proyectará en las ventanillas.
Hay quienes afirman que, pese a que no se espera un cambio en el trono próximamente, las actividades del Jubileo son un signo de que ha comenzado una transición con el heredero, el príncipe Carlos, quien ha sustituido a la reina públicamente en varias compromisos.
La diferencia con los jubileos ateriores
Contrario a lo sucedido este año, cuando la reina casi no ha sido vista en sus actividades de aniversario, en 1977, el año de su Jubileo de Plata, visitó 36 condados diferentes de Reino Unido, así como nueve países de la Mancomunidad.
Un cuarto de siglo después, giras nacionales e internacionales marcaron sus bodas de oro. Una década después, en 2012, los viajes internacionales quedaron en manos de otros miembros de la Familia Real, mientras la reina recorría Reino Unido.
Este año es muy diferente. Todo lo que el Palacio dirá, afirma Jonny Dymond, corresponsal de la realeza de la BBC, es que la reina «espera» asistir a las diversas ceremonias y celebraciones que se llevan a cabo en su honor.
Los problemas de movilidad que ahora la acosan después de una larga vida de actividad han hecho que rechace participar de la mayoría de los eventos. Y apenas se la ha visto en público durante los últimos seis meses.
El comienzo de la transición
Cuando se vea a la reina en todo este Jubileo, será sobre todo en el balcón del Palacio de Buckingham, continúa Dymond.
Pero la suya no será la única ausencia destacable. Su esposo, el príncipe Felipe, quien la apoyó discretamente durante su reinado, falleció el pasado año. Esta es la primera gran ceremonia real en la no estará.
El príncipe Andrew, por su parte, tampoco será visto junto a su madre por estar alejado de la familia real ante los vínculos que tuvo con Jeffrey Epstein, el fallecido millonario acusado de explotación sexual en EE.UU.
Tampoco se verá al príncipe Harry, quien partió dramáticamente hacia EE.UU. junto a su esposa Meghan Markle, cuando decidieron dejar la familia real.
En cambio, al frente y al centro estará su hijo y heredero.
El príncipe Carlos fue el miembro más antiguo de la Familia Real en Londres en la ceremonia del Domingo de Recordación, día en el que Reino Unido honra a sus ciudadanos caídos en conflictos militares y que se celebra en noviembre.
Su hijo mayor también encabezó el Real Servicio Santo en abril, una de las ceremonias religiosas más antiguas de la familia real británica, en la que, por tradición, el monarca entrega dinero a los necesitados.
Y fue el príncipe Carlos quien leyó el discurso de la reina en la inauguración del Parlamento a principios de este mes.
En los últimos seis meses, tres de las grandes ceremonias de la monarquía -militar, religiosa y constitucional- han sido encabezadas por el príncipe de Gales.
«De la manera más británica posible, no declarada, no escrita y de la que no se habla, la transición ha comenzado», sostiene Dymond.
Una despedida
El Jubileo de Plata de 1977 fue una oportunidad para hacer una pausa, con gran parte del reinado por venir, para mirar tanto hacia atrás como hacia adelante. El Jubileo de Oro de 2002 fue un reinicio después de una década agitada por escándalos, divorcios y traspiés.
En 2012, el Jubileo de Diamante fue una reafirmación del lugar de la reina en el afecto de la nación.
«Este Jubileo de Platino será diferente. Porque esto es una despedida», afirma Dymond.
No a la propia reina, adelantó el periodista, quien agregó que ella está, según los expertos, «en buen estado de salud», aunque tenga problemas de movilidad. Tampoco habría un cambio de ella como soberana.
«Pero este fin de semana es una despedida de siete décadas de servicio público, de su presencia en los actos solemnes que cada año impactan la esfera pública», agrega.
Dymond entiende que su regreso a las ceremonias de Estado parece poco probable. Isabel se ve cada vez más cerca de sus afectos personales que en sus eventos públicos.
Una era está llegando a su fin. Y en este Jubileo, la nación tiene la oportunidad de marcarlo con celebración y agradecimiento.